martes, 18 de agosto de 2009

JB: Pepe Navarro, number two


Supongo que nuestro Juanbrevista de hoy, el número dos, Pepe Navarro es ese señor de la izquierda que asoma detrás del cascarrabias de Arcadio Larrea.

¡Vaya plantel de eminencias flamencas! ¡Quién pudiera viajar en el tiempo y retrotraerse a aquella primera "Semana de Estudios Flamencos" de 1964. En el caso de que fuera posible, me gustaría andar metida, unos días, en el cuerpo de esa Rosa María Coll a quien todavía no conozco, a pesar de haberle pedido prestado... no el vestido, ni el pañuelo, sino simplemente su cuerpo o mejor, sus ojos y oídos.

Pero a lo que vamos; este recuerdo fotográfico del año 64 sólo viene a cuento de que es la única fotografía que he encontrado en donde figure Pepe Navarro, segundo elemento decisivo en la fundación y formación de la Peña Juan Breva.

Como siempre, tenemos que acudir a la autoridad máxima y cerebro privilegiado en materia de Juanbrevistas -y cantes de Málaga-: José Luque Navajas y su semblanza del que fuera amigo, colega malagueño y flamenco, mentor y compañero de correrías flamencas por Granada.

Pepe Navarro

Por recordar que no quede, y ahora a los cincuenta años practiquemos la “salmodia histórica” trayendo a nuestra memoria a dos figuras importantes, auténticos pilares de la Peña Juan Breva. Se trata de Pepe Navarro y de don Francisco Bejarano, fundadores ambos de la misma y determinantes en cuanto al vigor y estilo con que esta asociación inició su andadura a partir del dos de octubre de 1958.

Empezaré por José Navarro Rodríguez, nacido en Cártama el año 1911 de padre aloreño y madre cartameña, a quien conocí en 1952 en Granada donde él trabajaba de mecánico dentista y yo vivía la etapa “inquieta e andariega” de estudiante universitario. Coincidimos en una peña de aficionados al flamenco, la inolvidable peña La Platería, adonde acudíamos los sábados por la tarde. Y al socaire de nuestros gustos afines mantuvimos encuentros frecuentes y alcanzamos una estrecha amistad.

Pepe Navarro era muy inteligente, activo y apasionado del cante flamenco, en cuya materia era un gran experto. Aprendí mucho con él tras frecuentes y sabrosas charlas, las cuales casi siempre terminaban concertándonos para fundar otra peña flamenca tan pronto como volviésemos a Málaga.

Había tenido Pepe una vida azarosa. Fue guardia de asalto en cuyo cuerpo luchó durante la guerra civil, tuvo una taberna en Álora que él convirtió en ágora de la afición flamenca, posteriormente fue meritorio de un dentista, donde aprendió lo que sería su oficio, y se casó a los diecinueve años. A la sazón vivía con su mujer y sus tres hijos.

Nuestra coincidente estancia granadina duró dos años, al cabo de los cuales él se trasladó a Madrid y yo volví a Málaga, sin que por ello dejáramos de contactar de vez en cuando aprovechando mis viajes a la capital de España.

Pepe Navarro regresó a Málaga y se domicilió en el barrio de La Isla, en calle Rafael Salinas esquina con Jordán Marbella. Montó un taller de mecánica para odontología donde trabajaba con su hijo Juan. Había enviudado. Sin perjuicio de su trabajo empezó a frecuentar una peña llamada “Los Amigos” que se reunía en un bar cercano a su casa, la mayoría de cuyos socios, empleados en los talleres de la Renfe eran aficionados al flamenco.

Por entonces se dedicó a escribir por el tema de sus amores pensando en publicar un libro, y fue en el citado bar, donde un domingo de septiembre de 1957 ofreció a un gran número de asistentes, socios de aquella peña más un grupo de invitados escogidos por él la lectura de su trabajo recién terminado. Destacada fue la presencia de don Francisco Bejarano (el otro personaje del que trataré enseguida) y al final del acto, tras la actuación de varios cantaores fue de lo más exitoso. Esto supuso el revulsivo esperado para que al fin se pudiera crear en Málaga una peña exclusivamente flamenca.

Como un titán se puso Pepe a contactar con un buen número de aficionados animándolos a unirse a él en sui empresa. De la mano del citado don Francisco Bejarano fue presentado a los miembros de otra tertulia que se reunía a diario en “Casa Prada”, una taberna sita en calle Molina Lario, donde recibió el acogimiento que él esperaba.

Por entonces me hallaba yo en Alcazalquivir (Marruecos) cumpliendo mis obligaciones militares. Y a mi vuelta a Málaga, y no pudiendo retrasar más mi boda, acordamos reunirnos pasado el verano. Efectivamente cumplimos nuestro propósito reuniéndonos con los representantes de las dos peñas referidas el día dos de octubre de 1958. La cita fue en “Los Valle”, bar del pasaje de Chinitas que también era conocido por Casa Carrera, a donde acudieron los representantes de ambas peñas citadas.

De aquella reunión salió fundada la Peña Juan Breva con el único compromiso de centrar toda nuestra actividad y afanes en el flamenco. Después acordamos regularizar nuestras reuniones preparando unos estatutos y decidimos tener para todo ello una frecuencia semanal, empezando por vernos de momento en “Casa Luna”, taberna sita en calle Granada.

De esta forma y en este lugar ejerció Pepe Navarro su fecundo magisterio, y con él vivimos continuos ratos inolvidables escuchando y hablando de flamenco.

Una vez aprobados nuestros estatutos en 1963, tras la presidencia de don Francisco Bejarano, se vio consolidada por dichas normas el prestigioso cargo de primer consiliario ostentado por Pepe Navarro.

Pasado un tiempo, poco antes de su muerte, Pepe dejó la peña a la que tanto había dado, y por la que ésta rinde ahora tributo a su memoria.

Su vida no fue larga, pero había durado más que nuestra amistad. Eso sí, tuvo la satisfacción de ver por fin editado su libro. Con esa alegría se fue. Me lo dedicó tácitamente. Sentí su muerte.

José Luque Navajas
Ya tenemos un banco con dos patas. Hasta que no tengamos la tercera, mejor no sentarse. Próximante en esta sala -digo Barrio-: la tercera P.

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