domingo, 17 de enero de 2010

Mi afición a... las cuerdas (Pablo Martín)

Esto de las "cuerdas" se está poniendo serio: después del violín verdialero de Paco Reina, ayer tarde en el Auditorio de Música no tenía más que ojos y oídos para... el contrabajo de Pablo Martín.

Es verdad que yo iba a escuchar a Gerardo Núñez, guitarrista al que adoro y que nunca hace nada que no me guste un montón, pero... lo he visto tantas veces -siempre que me cae cerca lo voy a escuchar- que anoche, que no tocó solito sino con un montón de buenos artistas, decidí buscar rutas nuevas al sonido del jerezano y me fijé... en Pablo y en la música que salía de su portentosa pulsación de las cuerdas -¡eso si que son cuerdas, señores!- de su contrabajo, clásico como él solo.

La razón creo que fue que era el instrumento que menos me "dolía"; pues vuelvo a pensar que los flamencos amplifican mucho los instrumentos en la Sála de Cámara, a la que se le supone -y tiene- una acústica como para no perderse una nota de un cuarteto de cuerda sin amplificación. Hasta Jesús Méndez, cantó mejor sin micrófono -su pregón de los caramelos o las bulerías, que bailó con un garbo y un salero... Yo estaba en la fila 5 y me hubiera ido para atrás si no hubiera estado la sala a rebosar. Creo que la guitarra de Gerardo ha sonado mejor en otros escenarios, aunque yo -como siempre- volví a encontrar mi escalofrío en la pieza que hizo él solito, y que no sé lo que era: ¿rondeña por bulería?

Todos estuvieron muy bien, Carmen Cortés al baile, Manuel Valencia en la segunda guitarra, Cepillo al cajón, Pablo Martín al contrabajo, Jesús Méndez a la voz -con mención especial de mi parte porque anoche cantó requetebién- y el maestro jerezano y de Tres Cantos a la guitarra solista, Gerardo Núñez.

Pablo y Cepillo hicieron un numerito (el de la foto de arriba) muy entretenido, en el que Cepillo hacía sus percusiones sobre la caja del contrabajo, mientras Pablo realizaba su solo ¡Fantástico! También se echaron -los dos- su pataíta, en la fiesta final, y Cepillo hasta se cantó sus buenas tres letras de bulerías ¡Ole, con ole y olé!

Pues eso, lo que oí que decía la acomodadora cuando yo salía "¡Qué divertido!"

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